domingo, 4 de mayo de 2014

David... y el fin del mundo

A nuestra escala temporal, la materia nos parece eterna.
Pero no lo es, parece decir el estado de la “inmortal” escultura de Miguel Ángel. El gigante de 4,10 m presenta fisuras que en el futuro, probablemente, se transformaran en fracturas.


Esta es la conclusión de  un estudio realizado conjuntamente por el Consejo Nacional Investigador de Italia (CNR, en sus siglas italianas) y la Universidad de Florencia, publicado por la revista 'Journal Cultural Heritage' y que ha sido recogido por los medios italianos.
La noticia impactó la semana pasada y merece su atención. Los autores de la investigación opinan que la propia inclinación de la obra (5 grados), generó las tensiones dentro de la estructura del mármol blanco, y que como cualquier otro mármol, con el paso del tiempo se agrietó. Se podría decir entonces que, sin saberlo su genial creador, Miguel-Ángel Buonaroti,  la hizo con fecha de caducidad.


Hay quienes atribuyen el problema a la estancia de la escultura al aire libre, en un podio defectuoso;
“Giacomo Corti, uno de los investigadores, explicó en declaraciones recogidas por "La Repubblica" que dicha inclinación tendría su origen en la escasa uniformidad del podio sobre el que se ubicó a la escultura entre los años 1504 y 1873, período en el que permaneció al aire libre frente al Palazzo Vecchio de Florencia.” (fuente: globovision)
Ahora bien, las fisuras no son de ayer. Se notificaron desde mitades del siglo XIX, no son algo nuevo, solamente que ahora los medios, por alguna razón enfocaron su atención en ello. Sin embargo, la cruda realidad está allí. David se desmorona...

Esto me recuerda a un relato bíblico muy interesante: la estatua con pies de barro. En el libro del profeta Daniel cap. 2, se relata un sueño que tuvo el rey Nabucodonosor al que se le había olvidado, y que el profeta se lo recordó y se lo interpretó. Es el principio de una fantástica revelación acerca de la historia de este mundo - hay una buena presentación sobre este capítulo en esta página
La conclusión del relato es que el orden de este mundo será cambiado por la venida de algo que le golpeará en su tiempo final, y después habrá otro orden diferente.
Al observar nuestro mundo, podemos ver con claridad que está en peligro. Su desarrollo no es sostenible de ninguna manera. Desde el punto de vista social, esto está comprobado. Económico y ecológico – también. Estamos muy lejos del idealismo del siglo XIX. El siglo XX con sus conflictos bélicos, nos quitó a todos la ilusión de un futuro halagüeño, y la situación en Ucrania, por ejemplo, no es más que otro desastre. Nuestro mundo es un gigante con pies de barro, y está mucho más fracturado que la estatua de Miguel-Ángel.
Es interesante que los autores de la Biblia, miles de años antes vieron el fin como algo real, seguido de algo nuevo, un nuevo estado de las cosas, un nuevo orden, como por ejemplo revela San Pedro en una de sus cartas:

El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con estruendo, los elementos se desharán en llamas, la tierra con sus obras quedará patente. Y si todo se ha de deshacer de ese modo, ¡cómo debéis ser vosotros!, en la conducta santos y religiosos, esperando y apresurando la venida del día de Dios, cuando el cielo se deshará en el fuego y los elementos se derretirán abrasados. De acuerdo con su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitará la justicia.” (2ªPedro 3,10-13)

Este fin del mundo, aunque nos parezca algo sacado de alguna película apocalíptica (¡hay tantas!), hoy parece más creíble, y es interesante que este autor (y otros como él) tuvo esta manera de ver las cosas, optimista dentro de su catastrofismo.
Personalmente no lo veo como un desastre, sino como un nuevo empezar. Pero con otra base: la verdadera justicia. ¡Ojalá que esto se haga realidad!


Mientras tanto, esperemos que los investigadores encuentren soluciones, para que el David de Miguel-Ángel siga en pie, y que disfrutemos de sus líneas armoniosas.

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