domingo, 9 de marzo de 2014

El hombre que perdió todo para que las mujeres tengan una esperanza

Arunachalam Muruganantham perdió virtualmente todo: su familia, su dinero y el respeto de sus conciudadanos, pero no perdió la esperanza en el empeño de facilitar las cosas a su esposa, Shanti y a las demás mujeres.




Al poco tiempo de casarse, Muruganantham se enteró que su mujer tenía la menstruación. Nada del otro mundo, ocurre en otros casos… Lo más difícil fue  cuando se dio cuenta que su señora usaba como tampones higiénicos unos "trapos asquerosos", que no eran nada recomendables para este propósito.

El hombre hizo lo que todo marido debería hacer, ir a la tienda y procurar unos tampones, o en el contexto de India donde ocurrió todo, toallas sanitarias según la costumbre local.
Llegado al “súper” local, encontró que este producto tan banal, en realidad era (a su juicio) demasiado caro y tomó la decisión de fabricarlo el mismo, para que sean más baratas.
Buscando investigar sobre el tema en el mundo femenino, se dio cuenta que el problema de la higiene es muy complicado: según Muruganantham, menos de 10% de las mujeres de aquellas zonas utilizan toallas sanitarias, y en las regiones rurales es aún menos que eso.

Se horrorizó además al enterarse de que las mujeres no sólo usaban trapos viejos sino también otras sustancias antihigiénicas como arena, aserrín, hojas y hasta ceniza. Y las que usan trapos, no los secaban al sol, pues les daba vergüenza, lo que significaba que no se desinfectaban.” (Fuente: BBC Mundo)

Entonces, nuestro héroe empezó una verdadera revolución contra la situación, y tuvo que luchar contra viento y marea con todos los obstáculos: la falta de información, la falta de colaboración de las mismas mujeres - empezando con las de su propia familia, y continuando con las pocas voluntarias que había encontrado a duras penas. Tuvo que fabricar una especie de útero de una pelota de fútbol y utilizarlo el mismo para averiguar la capacidad de absorción de sus prototipos de toallas sanitarias.
La gente al enterarse de sus esfuerzos y como no le comprendieron, pensando en que se había vuelto loco, o que estaba poseído por los espíritus malignos, se alejaron y empezaron a hablar mal de él. Llegaron a encadenarlo para que un brujo le sanara. Hasta su mujer y su madre le abandonaron.
Finalmente, después de buscar la información necesaria, cuatro años y medio más tarde consiguió fabricar sus propias toallas sanitarias baratas.
Fabricó su propia máquina, con un doble propósito: facilitar el acceso de las mujeres a la higiene, y además crear empleo para las propias mujeres de las regiones rurales.
Con su máquina ganó el premio nacional de innovación, y se volvió famoso cuando  el presidente de India, Pratibha Patil, le entregó el premio.
Pero lo mejor estaba por llegar: después de cinco años y medio de abandonarle, su mujer Shanti le buscó y volvió a casa. También su mamá y el respeto de sus conocidos.
Hoy, las maquinas ideadas por Arunachalam Muruganantham se encuentran en cada vez más aldeas de India Las mujeres fabrican ellas mismas las toallas sanitarias y el proyecto se está expandiendo a 106 paises en todo el mundo. 


Happy end…
Muruganantham vive hoy en día con su familia en un apartamento moderno, tiene un jeep, "que me lleva a las montañas, selvas y bosques", y "no he acumulado dinero pero sí mucha felicidad".

Hoy día, Shanthi y Muruganantham son una pareja muy unida, junto a su hijita Preeti.
Una vez le preguntaron si recibir el premio de las manos del presidente de India fue el momento más feliz de su vida. Respondió que no: su mejor momento llegó después de instalar una máquina en una aldea remota en Uttarakhand, en la ladera del Himalaya, donde por muchas generaciones nadie ha ganado lo suficiente para mandar a sus hijos a la escuela. Un año después, recibió una llamada de una mujer de esa aldea que le contó que su hija había empezado a ir al colegio.”


Esta historia me recordó un antiguo texto bíblico de San Pablo de la epístola a los efesios:

Maridos, amad cada uno a su esposa tal como Cristo amó a la iglesia. De la misma manera, el marido debe amar a su esposa, como ama su propio cuerpo. Pues un hombre que ama su esposa, en realidad demuestra que se ama a sí mismo. Nadie odie a su propio cuerpo, sino que lo alimenta, y lo cuida tal como Cristo lo hace por la iglesia. (Ef. 5,25.28.29 NTV)

Si hay personas que demuestran su amor de tal manera como lo hizo Muruganantham aún existe esperanza para el futuro...